Todos tenemos algo que decir. Una idea, una historia, una experiencia que puede inspirar a otros. Pero cuando no sabemos cómo comunicarla, esa voz poderosa se diluye. A veces creemos que lo más importante al hablar en público es lo que decimos. Pero la verdad es que, si no sabemos cómo ordenar nuestras ideas, el mensaje se pierde. Y cuando eso pasa, el público desconecta.
La clave está en la estructura. En saber conducir a la audiencia de un punto A a un punto B con claridad, ritmo y propósito.
Por eso hoy quiero compartirte dos fórmulas que utilizo constantemente y que enseñan a hablar con impacto y dirección.
He visto profesionales con gran talento perder la atención de su público en cuestión de segundos, no por falta de contenido, sino por falta de estructura.
Y es que hablar sin una guía es como conducir sin mapa: puedes tener un gran destino, pero difícilmente llegarás si no sabes cómo trazar el camino.
- Problema – Causa – Solución: el poder de guiar al público hacia la claridad
Esta fórmula, tan sencilla como efectiva, es el alma de muchas presentaciones memorables.
Su fuerza radica en que lleva al oyente de la confusión a la comprensión.
Primero planteas un problema que todos puedan reconocer. Al hacerlo, captas la atención emocional de tu audiencia.
Luego explicas la causa, que es donde conectas con su razón. Les haces entender el porqué.
Finalmente, revelas la solución, y ahí surge la inspiración, el alivio o la acción.
Por ejemplo:
Muchos líderes se frustran porque sienten que su equipo no los entiende (problema).
En realidad, la causa no está en la falta de liderazgo, sino en la ausencia de una comunicación empática y estratégica (causa).
Hoy te mostraré cómo tu lenguaje corporal y tu tono pueden convertirse en tus mejores aliados (solución).
Esta estructura no solo ordena tus ideas: te posiciona como alguien que comprende, analiza y aporta valor.
- Pregunta – Respuesta – Acción: la fórmula del impacto inmediato
Si la anterior busca profundidad, esta apunta a la emoción instantánea.
Perfecta para reels, intervenciones cortas o discursos donde necesitas encender la curiosidad en segundos.
Empiezas con una pregunta que sacude, que despierta la mente de quien te escucha.
Sigues con una respuesta contundente, que da claridad.
Y terminas con una acción concreta, que invita a moverse, pensar o cambiar.
Por ejemplo:
¿Sabías que la mayoría de las presentaciones se olvidan en menos de un día? (pregunta)
Sucede porque nos enfocamos en hablar, no en conectar (respuesta).
La próxima vez, empieza con una historia que despierte emoción antes que con una diapositiva llena de datos (acción).
Estructurar así tu mensaje es una forma de respeto hacia tu audiencia: les ahorras tiempo, los mantienes atentos y los dejas con una idea que recordar. Hablar bien no es hablar mucho. Es tener intención, dirección y conciencia de lo que provocas en el otro.
Una buena estructura te permite moverte con seguridad, improvisar con base y convertir tus ideas en experiencias memorables. Así como una melodía necesita ritmo, tu discurso necesita estructura.
Empieza a practicar estas fórmulas. Porque comunicar con poder no es un talento: es una habilidad que se entrena.
Sobre la autora: Tania Hyman es coach de Imagen y Comunicación, escritora y conferencista panameña con más de dos décadas formando profesionales, líderes y empresas en el arte de comunicar con propósito, elegancia y coherencia.
Autora de “Que te atiendan y te entiendan” y “Sácale partido a una vida bien vivida”, combina su experiencia en medios, teatro y etiqueta laboral para enseñar que la comunicación no solo se escucha: se ve, se siente y se proyecta.





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